viernes, 18 de abril de 2008

La “eterna leonidad” del jazz
TEXTO: Ricardo Carossino*

El escritor argentino Jorge Luis Borges solía hablar de la eternidad y jugar con ideas sobre infinitas repeticiones como la de los espejos enfrentados. A esto le llamaba la “eterna leonidad” y decía: "Presumo que la eterna leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentirá un alivio majestuoso ante ese único León, multiplicado en los espejos del tiempo”. Esta idea, claro, no representa más que el miedo al cambio, a lo nuevo que irrumpe sin pedir permiso.
Acaso, Borges, sin saberlo claro, certificaba cierta comodidad de artistas y público de las artes populares como el rock, el pop y el jazz, para aceptar (sin molestarse), las infinitas repeticiones de “motivos” musicales que aseguran la complacencia de los oídos y de los empresarios.
Por caso, el jazz es el género que nos convoca, y es así que ya varios artistas, críticos y productores vienen planteando que ese “único león”, o esa única forma de hacer jazz, puede matar al géneros, que debería renovarse.
Pero la pregunta obligada es, ¿se puede encontrar tan fácil la fórmula secreta que hallaron un Roll Morton, un Satchmo, un Duke, un Bird, un Miles, un Trane, y aún un Miller, si se quiere, tan denostado a veces.
El 16 de abril de 2008, JM García Martínez, periodista del diario El País(
http://www.elpais.com/articulo/madrid/Ahora/hay/nadie/Miles/Davis/Era/icono/elpepiespmad/20080416elpmad_14/Tes), decía lo siguiente sobre el guitarrista John Scofield, con motivo de su vista a Madrid: “Regresa el guitarrista más imitado del jazz contemporáneo”.
La frase no es antojadiza ni mucho menos. Es común en Buenos Aires, que los nuevos guitarristas posicionen a Scofield en un lugar sagrado. Tal vez esto no sea más que la lógica antesala al mito, bien merecido, por cierto. De todos modos, lo que llama la atención son ciertas alarmas que están sonando.
La tentación de copiar en el jazz, luego de la existencia de “cráneos” como los antes nombrados, es una de las mayores comodidades, tanto para artistas como para público, y también, por qué no, para periodistas que solemos mirar a las vanguardias con cierto resquemor hasta que el público sonríe y aplaude.
Claro que una voz por demás autorizada se atrevió a criticar los actuales tiempos del jazz. Y fue nada menos que el fallecido tecladista, Joe Zawinul, cuando allá por febrero de 2005 afirmó: “El jazz se ha vuelto una copia de sí mismo. El jazz está muerto, no por los CD’s ni por el negocio, sino por los músicos, quienes han fallado en la creación de cosas nuevas.”
Polémico y crudo, el creador de la Zawinul Syndicate, abrió la polémica que va en contra de los pensamientos del tradicional trompetista Wynton Marsalis, por ejemplo, quien no para de pregonar la vuelta a las raíces, en detrimento de todo experimento conceptual que pretenda el jazz.
En diálogo con este periodista, el pianista cubano Chucho Valdez, al visitar Buenos Aires en noviembre de 2005, no tuvo mejor ocurrencia que reírse de la manera en que su colega se expresó, aunque reconoció que “algo de razón” tenía el fundador de Weather report.
“Bueno –consideró el pianista-, si comparamos la actualidad con genios como Charlie Parker, Miles Davis o Art Tatum, podríamos decir que tiene razón, pero también es cierto que no todos los días salen músicos así. Son contados”.
De esta manera, Valdez aceptaba la crítica de Zawinul, aunque se despegaba de las afirmaciones polémicas y trataba de ubicar el debate en un terreno más contextual.
Aunque, en rigor, todas las expresiones musicales están algo estancadas, ya que el pop es una rutina insoportable de lugares comunes y el rock, muchas veces, una triste parodia de sí mismo (en todo el mundo), donde se recrean hasta el hartazgo, “estrellitas” que solo sirven para merchandaising y nada más. Y la certificación de esto, es la falta de originalidad en los contenidos, las melodías y los estribillos que no logran romper el hielo del universo “Rock and Pop”.
Universo, precisamente, cada día más pegado a un modelo adolescente menos rebelde que Condoleezza Rice. O sea, hoy la música joven por excelencia es (increíblemente) la contracara de lo que fue en sus comienzos. Y no es que falten motivos para protestas sociales.
El jazz no parece alejado de este contexto que sufre algunas inflexiones de época, pero que seguramente encontrará su cause porque es una música que aprendió a hacer equilibrio entre lo popular y lo intelectual. O sea, lo que se intentó hacer en los ´70 cuando se creó el malogrado Rock Sinfónico.
Sin traicionar al swing y al bop, el jazz debería aprender a incorporar nuevos lenguajes y modificarlos, pero sin copiar y copiarse a sí mismo como un eterno clon, como ese “eterno león” borgeano que se repite infinitamente.
*Músico, periodista

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